31 de mayo de 2011

"¿Por qué subir montañas? Porque están ahí"

Lionel Terray

Quien, bien dotado por naturaleza, recorre la montaña desde su infancia, realiza centenares de ascensiones, franquea innumerables obstáculos, va adquiriendo paulatinamente un pie más seguro, unos dedos más fuertes, nervios más sólidos, un cuerpo más robusto, una técnica más refinada. De este modo puedo alcanzar un dominio y una experiencia tales que, incluso en ascensiones de la mayor dificultad, domina la situación hasta el punto de no correr ya riesgos muy importantes y conservar siempre una amplia reserva de fuerza y de energía.
Las montañas, que antaño le parecían un mundo lleno de misterios y emboscadas, se le hacen familiares y amables. Las paredes que, ayer, reclamaban todo su valor y toda su energía, sólo le ofrecen ya una agradable gimnasia.

En alpinismo, como en cualquier otro deporte, los milagros son raros. Las dotes, la experiencia, la técnica y el entrenamiento son las mejores claves del éxito. No se puede concebir un esquiador que, dominando la técnica, sólo continúe bajando por las pendientes fáciles que descendía cuando comenzó; si no buscase terrenos más difíciles, rápidamente el esquí le parecería monótono. Del mismo modo, en el alpinismo cada progreso exige otro y cada ascensión una más difícil; si se quiere conservar intacto el entusiasmo, se deben buscar sin cesar problemas nuevos.

Es precisamente eso lo que hace falta. De hecho, si un esquiador puede encontrar siempre pendientes más rápidas y difíciles, si un atleta puede siempre esperar correr más deprisa o saltar más alto, el alpinista también debe intentar progresar escalando las cimas y las paredes que se ofrecen ante sus ojos
Desarrolló una abundante e innovadora actividad en distintos macizos de la tierra. Es autor de primeras absolutas a montañas como el Fitz Roy (3.405 m.) en Patagonia, Charcraraju (6.113 m.) en la Cordillera Blanca de Perú, Jannu (7.710 m.) y Makalu (8.463 m.)en el Himalaya o los montes Huntington en Alaska. En su anterior actividad en los Alpes destacan la cuarta ascención de la Walker (1947) y la Cassin al Piz Badile en siete horas y media, todas con Louis Lachenal.
En 1944 abre la Norte de la Aiguille des Pèlerins con Rébuffat, y en 1946 la variante directa al Espolón Tournier de Les Droites. En 1950 participa en la expedición francesa al Annapurna, en la que renuncia a la cima para asegurar el descenso de sus amigos Herzog y Lachenal, ambos con gravísimas congelaciones. En 1960 realiza el primer descenso en esquís de la vertiente norte del Mont Blanc. Fallece a los 44 años en un accidente de escalada inexplicable en las paredes de Vercors y está enterrado en el cementerio de Chamonix

Su obra Los conquistadores de lo inútil es en palabra de Eduardo Martínez de Pisón, "una de las más notables autobiografías alpinísticas de todos los tiempos" y uno de los libros más leídos.


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